jueves, 6 de diciembre de 2007

El Mundo de Ana - Muestra de Ana Díaz Pittaluga en el Gallino





Conozco la obra de Ana desde hace unos años, cuando comencé a integrame al taller de Daniel Amaral como visitante asiduo y a veces participando de las muestras colectivas del Taller. Recuerdo una de sus exposiciones de hace muchos años cuando aún funcionaba el taller en “La casa de Nuna”, sitio referencial para el mismo. Ya entonces me impresionó muy bien su coherencia y el trabajo puesto entonces en una de las tantas líneas de investigación pictórica por las que ha incursionado.Y digo de investigación porque Ana descubre un nuevo camino y lo elabora hasta sus últimas consecuencias, como está incursión en una suerte de “expresionismo abstracto” que yo me siento tentado a incluir en la línea del “lirismo abstracto” de Mathieu dada la fuerza poética que emana de la obra.
La misma no es casual, proviene de una vida que le ha deparado vivencias profundas y que Ana vierte en los gestos creativos de su pincel.
La sobriedad de su paleta y del producto final son un reflejo de su ser, riguroso pero nunca rígido, elegante pero nunca frívolo, amable pero no empalagoso, aspectos que creo también ver expresados en el texto de Amaral que acompaña el catálogo.
Estos grandes cuadros en los que sabemos trabajó todo un año son una sorpresa para el observador, admiten múltiples lecturas, ocasionadas tanto por la distancia en que los miremos como por la carga semántica que les otorga la imaginación del observador.
En la visión lejana hay estructuras que ordenan la expresión gestual, las que se diluyen al acercarnos a ver los universos orgánicos o minerales que cubren la tela desde cerca, producto de su experimentación con los procesos químicos de secado de la pintura.
No en vano la artista admite centrarse en el Agua y en la Tierra como temas subyacentes en las dos secciones de la muestra, ambos elementos esenciales de las diferentes concepciones científico-filosóficas del mundo y ambos sustento de vida, la que se nos presenta en el acercamiento a distintos fragmentos de la tela.
La imaginación del visitante actúa atribuyendo significados a veladas formas como sucede a quién observa las nubes, el follaje o las manchas de humedad en un muro, y así se oían el día de apertura de la muestra las más diversas interpretaciones de su significado. Me interesan las múltiples lecturas como uno de los logros del arte contemporáneo ya sea como reflejo del pensamiento post-estructuralista francés o también de una época que admite la diversidad en todos los campos de la creación. En tal sentido mi única objeción a la muestra radica en el hecho de haberle dado nombre al cuadro “La ola”.
Todo lo expuesto podría no haber quedado más que en loables intenciones si no estuviera manejado por una fina sensibilidad y un asentado sentido plástico, lo que valida definitivamente la obra.
Vale la pena visitar la muestra que continúa en exhibición en diciembre en la nueva sala del Gallino y dejarse llevar por las manchas de negros y grises, admirando su composición, su gestualidad, sus refinadas filigranas, y descubriendo los infinitos mundos que se nos abren en ellas.
Disfrutemos de estas obras y esperemos las nuevas búsquedas de Ana, sus futuras pasiones pictóricas, para seguir deleitándonos con su talento,

Edmundo Rodríguez Prati

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